En lo que a amigos se refiere, este año comenzó siendo el de las bodas y acabará siendo el de las fecundaciones. He de reconocer que me ha dejado más conmocionado lo segundo que lo primero.
Lo de las bodas no está mal. Un amigo o amiga se casa. Vale. No pasa nada. A fin de cuentas las bodas de hoy en día son como celebrar un cumpleaños pero a lo grande. Además, no hay Dios en el cielo, ni artículo de la Constitución en la tierra, que una tanto como una buena hipóteca a 40 años y un Euríbor que no para de subir. Eso sí que es comprometerse amiguitos.
Pero que mis amistades se pongan a tener hijos ya es harina de otro costal. A las personas se les puede dividir de muchas maneras, pero la más antigua, es la que nos divide entre padres e hijos. Tengo la teoría de que en el momento en que te conviertes en padre, pierdes todos lo derechos como hijo. El número de responsabilidades se multiplican cuando eres padre o madre y para colmo, el amor de tus propios progenitores pasa directamente a tus hijos (es decir, sus nietos). ¿Qué te queda entonces? Criar a tus hijos. ¿Con qué fin? El de ver como tu vástago pasa de mamar del pecho materno y vomitar en tu hombro, a mamarse con sus colegas y vomitar a hurtadillas en el baño.
Ni el sexo, ni la ideología, ni el trabajo, ni la distancia, ni el matrimonio, ni ningún otro factor que pueda rodearnos, nos diferencia tanto de los amigos como cuando unos comienzan a tener hijos y otros no. Mientras unos siguen siendo hijos, otros cambian a la categoría de padres y de eso ni te puedes divorciar ni terminas de pagar nunca las letras.
sábado, 4 de octubre de 2008
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2 comentarios:
Bueno Diego, ya sabes, es ley de vida. Pero no te preocupes, porque todavía quedamos muchos en tu bando, y me parece que pasará bastante hasta que entre tus amigos haya más padres que hijos. ¡Animo!
En el fondo soy un sentimental...
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