viernes, 17 de octubre de 2008

Sobre la Memoria Histórica y mi abuelo.

Mi abuelo era un rojo. Así, con todas las letras. Un rojo de los que fundó las Juventudes Socialistas en el concejo de su Carreño natal. Tan rojo que me sacaba a pasear por el puerto para ver si algunos de los barcos atracados llevaban la bandera de la CCCP y se le aceleraba el corazón cuando veía competir por televisión a algún equipo de la Europa del este. Uno de esos románticos ilusos que creyeron que la Unión Soviética era la tierra de la libertad y la patria del trabajador.

Un cáncer se llevó a mi abuelo al mismo tiempo que se resquebrajaba el telón de acero y de sus grietas emanaban la podredumbre y la sangre derramada en aquellos regímenes. Otro ejemplo que nos ofrece la historia de como el hombre es capaz de envilecer hasta los más altos ideales.

Mi abuelo luchó en la guerra. Luchó y perdió. Ahora dicen algunos que mi abuelo y que yo deberíamos estar avergonzados. Qué Don José Muñiz, como muchos otros, lucharon por Stalin, por ese asesino a la altura del mismísimo Hitler.

Yo les digo a esa gente que mi abuelo, cuando con dieciocho años le estalló la guerra en la cara, apenas si había salido de su pueblo y desde luego la Unión Soviética le quedaba lejos. Mi abuelo era un patriota que luchó por España. Mi abuelo combatió contra aquello que él consideraba que estaba destrozando a este país. La España del Señorito. La España del Cura. La España del analfabetismo y de la ignorancia.

Mi abuelo luchó, perdió y fue sentenciado. No a la cárcel, no a ser ejecutado o torturado. Tampoco al exilio, al menos al exterior. Mi abuelo fue sentenciado a cuarenta años de silencio. A acallar sus ideas socialistas durante cuatro décadas. Una nimiedad para algunos. Una tortura para alguien que como él vivía la política a flor de piel. Sólo algunas conversarciones susurradas o las escuchas furtivas de Radio Moscú, sirvieron para aliviar en parte esa tortura. Lo que nunca pudieron quitarle fue su rechazo a aquella España, la del Señorito, el Cura y la ignorancia. Esto último lo aborrecía especialmente.

De mi abuelo aprendí cuatro cosas fundamentales: A atarme los cordones de los zapatos, a mirar la hora, las capitales de Europa y a defender en voz alta, sin miedo y con orgullo, mis ideas. Jamás me dijo cuáles debían ser.

Gracias, güelito, estés donde estés, ojalá hayas encontrado la auténtica tierra de la libertad y patria del trabajador.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar,cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que de verdad, se han alzado, sin nada, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides." Max Aub (1968)

Anónimo dijo...

Hola Ruth, gracias por tu comentario. Hermosa cita. Qué cada uno recuerde a sus abuelos y dejémonos de pamplinas del tipo reabrir heridas y cosas de esas. Recordar nunca es malo.