lunes, 15 de junio de 2009

Una estrella de verdad.

Ha sido breve pero intenso. Nunca había estado tan cerca de una estrella del cine. De una de verdad quiero decir. De esas que son reconocibles en cualquier parte del planeta a poco que uno sepa del séptimo arte. De las que es imposible que mueran porque sus papeles se han quedado grabados en las retinas de millones de personas generación tras generación.

Por cierto, no como el cenutrio adolescente que ante el alboroto de cámaras me vino a preguntar quién venía. Yo le dije "Omar Sharif". "Ni idea" dijo, el imberbe cabezón. Así son los hijos de la Logse, en vez de "Sesión de Tarde" se hinchan el melón con "Física o Química".

En fin, que me desvío. Lo imaginaba más viejo, pero lo cierto es que el tío se conserva realmente bien. De todas formas nunca morirá. Ya puedo contar a mis nietos que he visto Yuri Zhivago, o mejor aún (para mi gusto) al mismísimo Sherif Alí.

Mañana habrá tiempo para verle más tiempo y más de cerca.

Un privilegio.

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