Sorprende la capacidad que tiene la televisión para deshumanizar cualquiera de las cosas que en su pantalla se muestran. Uno se sienta en el sofá, ve a unos tipos con unas boinas azules yéndose a un país en conflicto y pudiera parecer que se fueran a una excursión campestre.
Distinto es ver la escena en directo. Varios centenares de mujeres y hombres de uniforme con sus boinas azules despidiéndose de sus familias. La serenidad con la que esta gente espera un puñado de horas por un avión que les llevará a millones de kilómetros de su casa para aterrizar en una tierra en la que sólo su presencia evita que la gente se mate, contrasta brutalmente con el gesto compungido de sus familias. Padres, madres, maridos, mujeres, hijos e hijas. Todos unidos por un sentimiento a medio camino entre la tristeza, la angustia y la resignación.
Luego llega el momento de la despedida. Los soldados forman a los pies del avión. Su oficial les recuerda que llegarán momentos difíciles en los que sólo el apoyo del compañero servirá para superarlos. Suena la banda de música. Comienza la procesión por la escalerilla. Todos suben y realizan la misma ceremonia. Giro de cabeza y mirada en lontananza con la esperanza de localizar a su gente. 300 metros más allá, aferrados a las vallas, casi como hormigas, un mar de personas tratan de hacer la misma operación pero en sentido contrario.
Seres humanos.
sábado, 18 de abril de 2009
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