Mismo perro con distinto collar. Así son los ‘reality show’. Todos colocan a un grupo de personas, generalmente con una capacidad intelectual que roza el cretinismo, en una situación inverosímil. Léase: una casa, un autobús, una isla desierta, de paseo hasta Pekín, etcétera. La única condición es tenerlos aislados de su entorno habitual.
El objetivo del concursante estándar es sólo uno: la pasta. El de las productoras de televisión otro: el conflicto. Una vez producido el choque, se ponen en marcha una serie en cadena de fuerzas telúricas que desembocan en miles de sms enviados por los telespectadores que toman parte por uno u otro bando como si la vida les fuera en ello.
La última gilipollez en la categoría de reality nos la brinda Cuatro con ‘Perdidos en la tribu’. En esta vida conviene, de vez en cuando, detenerse un momento para tomarse unos segundos y reflexionar. ¿Realmente merece la pena perder la dignidad por dinero? ¿Acaso no es de gilipollas el hecho de irte a vivir a una tribu de Namibia para hacer el ridículo y que una cámara deje constancia de que efectivamente lo eres?
La sociedad occidental se cimenta sobre la gilipollez y la ociosidad. Algo así debieron de pensar los miembros de esas tribus cuando les ofrecieron formar parte del proyecto. Apostaría que si fuera a la inversa, es decir, que a esta gente de Namibia les ofrecieran irse a vivir unos meses a cualquier ciudad de occidente dirían que no. A ellos no se les ha perdido nada por aquí. Pero seguramente sí tengan tiempo para esos segundos de reflexión necesarios para no caer en la decadencia mediática y la gilipollez extrema.
miércoles, 29 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario