
Miles de años atrás, nuestros ancestros recorrían la tierra en busca de nuevos lugares en los que asegurar su supervivencia. Desde entonces nuestra capacidad de raciocinio nos ha dotado con el don de la curiosidad. La voluntad de conocer qué hay más allá del último paso que hemos andado. Una vez reconocidos todos los lugares de nuestro planeta, esa curiosidad innata nos llevó a intentar seguir avanzando más allá de la Tierra. Ahora ese instinto parece haberse perdido.
Creo firmemente que nuestro sentido en la vida como especie es el mismo desde que aparecimos en este planeta: solucionar los problemas que nos presenta nuestro entorno para asegurar nuestra supervivencia y seguir avanzando, tanto mentalmente como físicamente. La carrera espacial no tiene porque tener un sentido o un objetivo concreto. Es simplemente un deber para con nosotros mismos y para con nuestros antepasados. Si perdemos nuestra curiosidad habremos perdido buena parte de nuestra naturaleza humana.
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