viernes, 12 de diciembre de 2008

Después de un Crítico, siempre viene una Pifia...

Qué después de un crítico siempre viene una pifia es una ley universal. Claro que si tú, que estás leyendo esto, no entiendes este axioma, es que nunca has participado en una partida de Rol. La Cofradía de El Quinito sí lo hizo. ¿Freakies quizás? Si es así, a mucha honra. A fin de cuentas, la humanidad se divide entre los que saben que hay un mundo más allá de los dados de seis caras y los que no. ¿O no? Bueno no, pero por aquel entonces algo de eso había. En resumen, un crítico es una tirada de dados excelente y una pifia una tirada de dados nefasta. A la primera siempre le sigue la segunda. Siempre ha sido así y siempre lo será.

Moraleja: Carpe Diem.



Imborrables aquellas partidas de rol en el garaje de Tomás. También un poco surrealistas. Si el coche del padre estaba en el garaje, había que moverlo con sumo cuidado hasta tener el hueco suficiente en el que instalar, al fondo, una mesa y unas sillas de playa donde jugar. No menos legendarios eran los chorizos de Villaseca de los Gamitos que colgaban del techo y que perfumaban la estancia a la par que abrían el apetito del personal. Desgraciadamente aquellos embutidos no habían viajado de tierras salmantinas a tierras astures para saciar la gula de la Cofradía…



Fueron Richar y Tomás los principales impulsores de esto de jugar a Rol. O al menos así lo recuerdo. Ellos diseñaron las primeras partidas. Después me animé yo y también Luis. Luis, querido, meter un personaje llamado Gerardo en una partida de Dragones y Mazmorras puede que valga para una película de David Lynch, pero para una partida de rol igual no es lo más apropiado.



La Llamada de Cthulhu, Stormbringer, Vampiro, Paranoia, fueron algunos de los juegos con los que derrochamos horas y horas de diversión. Yo me especialicé en el Runequest y el Oráculo. Aún recuerdo como me divertía preparando partidas que mezclaban la ficción con hechos históricos reales. Fue un placer convertir a mis colegas en vikingos, samurais o héroes de la antigua Grecia.




Pero hay un juego que sobresale por encima de los demás. No es un juego de rol. Es el Juego de Rol. El Señor de los Anillos. Libro de referencia de nuestra adolescencia. Motivo de largas charlas y por supuesto, nuestro pasatiempos favorito en forma de juego de Rol. Bueno, eso y el Quinito.



Sólo preparar las hojas que perfilaban nuestros personajes ya era pura diversión. Es más, hemos pasado tardes sólo haciendo esas hojas de personaje. Después comenzaba la acción. Sólo alguien que haya jugado a rol conoce lo absorbente que puede llegar a ser. Cuando el director de juego plantea una buena historia y tiene la capacidad de saber improvisar, y si los jugadores se involucran en el juego, realmente pierdes la noción de quién eres, dónde estás y es ahí donde puede aflorar lo mejor o lo peor de ti. Lástima que ninguno hayamos salido psiquiatras o psicólogos, porque a partir de los personajes que elegíamos y de nuestros actos, se podría haber hecho todo un análisis de nuestra personalidad.

Richar: El Mago. Siempre fue un romántico del rol. Se empeñaba en creer que nuestras partidas podían ir más allá de la mera fuerza bruta. La consecuencia era siempre la misma. Se moría. No te enfades Richar pero yo te recuerdo más haciendo una nueva hoja de personaje que jugando.



Luis: El Elfo. Del bosque para más señas. Luis tenía la manía de escoger siempre esa raza que era muy difícil de evolucionar. Como no tenía la misma predisposición a la muerte que Richar, siempre se le ponía un árbol al que subirse y desde ahí lanzar sus flechas.



Tomás y yo: Humanos. Dunedáin y Montaraces de toda la vida. Realismo puro y duro. Fáciles de evolucionar, difíciles de matar y con alta capacidad para quitar la vida a todo aquello que se moviera. Eso de morir no era para nosotros. Pragmatismo a ultranza.




Marín: El Enano. Realismo en versión reducida. Su enano llegó a estar tan desarrollado que mataba sólo con el aliento.



Fran: El Hobbit. De Fran recuerdo que era un ‘cagadudas’. Cada vez que tenía que tomar una decisión se postraba sobre la mesa, apoyaba la barbilla sobre su puño y ahí podíamos estar esperando horas para que tomara una decisión.




En fin, aquellos tiempos del rol pasaron. Ni ya estamos juntos, ni es tiempo para cuentos de hadas. Pero es bonito recordar aquella época. Como anécdota final quiero señalar que cuando algún ‘elemento extraño’ se apuntaba a jugar, incluso aunque ya hubiera jugado a rol antes, las partidas no funcionaban igual.



Cuestión de química supongo…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Grandes recuerdos, grandes momentos... Nostalgía a flor de piel

Diego dijo...

Quizás algún día alguien se anime a preparar una partida, ¿quién sabe?

Ricardo dijo...

Claro que no me enfado, así era yo. Y sigo siendo. Un quijote.

Claro que alguien se puede animar a preparar una partida, el problema es si todos tendríamos el ánimo necesario para jugarla.

Gracias por poner en letras tantos recuerdos.

gabrielezax dijo...

MITICO!
Si se animan, voy a jugar con ustedes.

Diego dijo...

Sería curioso saber si todavía somos capaces de jugar a Rol...

Por cierto Gabriele, si surge la posibilidad te coges el avión y estás invitado. Faltaría más.