Leyendo la prensa hoy, me he detenido especialmente en lo que está pasando en Islandia. Esta isla pérdida en el Atlántico Norte, ocupaba el puesto número 1 en el ranking de países como mayor nivel de vida.
Al parecer el secreto de su éxito radicaba en un sector pesquero muy fuerte, gracias a no tener estar limitado por las cuotas de la U.E. y una política de privatizaciones, sustentada en una fuerte inversión de capital en los mercados internacionales.
El colapso económico mundial ha dejado a la rica Islandia en la más miserable de las ruinas. El gobierno ha dimitido, su moneda no vale nada y sus bancos han sido nacionalizados. Islandia ha pasado del capitalismo más ortodoxo al intervencionismo económico más descarado en un abrir de ojos. No entro en más detalles económicos porque no es mi campo y además no aportaría nada más de lo que viene en la prensa.
Yo quiere referirme a la imagen de las miles de personas que se manifiestan por las calles islandesas pidiendo la entrada en la U.E. Es decir, en busca de una moneda fuerte que les saque del atolladero. Esas son las mismas personas que hasta el otro día daban la espalda al proyecto de construcción de una Europa unida. El caso islandés será de record. Se tiene prevista su entrada para 2011. Jamás un país tardó menos en tramitar su ingreso en la Unión Europea.
Mira por donde, la crisis puede convertirse en el elemento que acelere el proceso de construcción europea, aunque sea porque no hay más remedio. El resto de países que aun formando parte de la U.E. todavía no utilizan el Euro, comienzan a replantearse esa posibilidad. Incluso en el Reino Unido se debate ya sobre la necesidad de abandonar la Libra, buque insignia de su economía.
Moraleja: Europa no es nada sino actúa de forma conjunta, ya no en el plano económico, sino también en el político. Y la crisis puede convertirse en la forma que entendamos que, o hay unidad o no hay nada.
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