jueves, 15 de enero de 2009
El Tercer Poder ha enloquecido.
Tiempos de confusión los que nos está tocando vivir. Es insólito que en estos tiempos difíciles, las principales convulsiones sociales lleguen de colectivos como la Iglesia, que saca sus sotanas a la calle en defensa de la familia (a ver cuando lo hacen en protesta por la pobreza); los pilotos de aerolíneas (pobres, será que no les llega el sueldo para pagar las letras del yate) y los jueces (en un acto de irresponsabilidad como no se había visto jamás en este país). Mientras, la clase obrera, la que más sufre en estos momentos (en estos y en todos en realidad) apenas se agita aferrándose a lo que tiene y esperando a que la tempestad amaine ¿Anestesiados, resignados, realistas? Un poco de todo supongo.
Lo de los jueces me llama especialmente la atención. Cuando estudiábamos nos enseñaron que un tal Barón de Montesquieu, allá por el siglo XVIII, escribió un libro, El Espíritu de las Leyes. En él hablaba de la separación de poderes. Concretamente tres. Un poder Legislativo, encargado de elaborar o modificar las leyes, uno Ejecutivo, que las hace cumplir y otro Judicial, que vela porque se cumplan. Cada uno de esos poderes debe ser independiente uno del otro para evitar así el acaparamiento del poder en manos de una persona o grupo de personas.
De acuerdo. Esa independencia no se produce en la práctica. Pero ni el hecho de que el Poder Judicial esté intervenido por los otros dos, ni todos los atascos que se produzcan en los juzgados del mundo, pueden justificar una huelga de Jueces. ¿Alguien se imagina al Ejecutivo de huelga? Es decir, ¿a Zapatero y a los ministros parando en sus funciones? ¿Y al Legislativo?, senadores y diputados manifestándose por las calles por la mejora de sus condiciones de trabajo.
De la misma manera que no podemos imaginarlo, tampoco deberíamos siquiera pensar que una huelga de jueces es algo asumible. El precedente sería gravísimo. ¿Qué sucedería si por ejemplo decidieran hacer una huelga un día de elecciones? El poder Judicial es el encargado de organizar y velar porque los sufragios se desarrollen con normalidad, desde el papel rector de la Junta Electoral Central hasta el depósito de las actas y los votos en el juzgado una vez terminado el proceso electoral. Un poder que tiene la capacidad de alterar el normal desarrollo de unos sufragios, es decir, la base misma de la democracia, nunca, bajo ningún concepto, puede ponerse en huelga.
Es por tanto una decisión grave la de los jueces. También obscena, puesto que coincide con la vorágine suscitada por el Juez Tirados. Y además indecente, ya que después de tantos años de evidentes problemas en la Justicia, amenazan con una huelga ahora, justo cuando la crisis es más aguda.
Si el ejército y la policía carecen de derecho de huelga al poseer el ‘monopolio de las armas’, lo lógico es que los jueces tampoco lo tengan dado que suyo es el ‘monopolio de la justicia’.
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