martes, 20 de enero de 2009

Lo que no nos enseñaron en el colegio: Fernando 'el Católico' era más castellano que Isabel 'la Católica' (parte 4).

1419. Siete años después de la marcha de Fernando ‘el de Antequera’ para ocupar el trono aragonés, su sobrino Juan, es declarado mayor de edad con 14 años y asume la corona castellana. Treinta y cinco años después, en su lecho de muerte de Valladolid, se despidió de este mundo maldiciendo la hora en que nació para ser Rey y no labrador o fraile. Resumen perfecto a su incapacidad para gobernar un reino asolado por las luchas por el poder entre dos facciones nobiliarias. Por un lado, sus primos los Infantes de Aragón, hijos de Fernando ‘el de Antequera’, que mantenían en Castilla un patrimonio enorme y que contaban con el apoyo de una parte de la nobleza castellana y, por supuesto, de su padre Fernando desde Aragón. Por otro, el resto de la aristocracia del reino encabezada por Álvaro de Luna y declaradamente antiaragonesa. El triunfo de los segundos, convertiría a Don Álvaro en el hombre fuerte del reino hasta que la esposa del monarca, Isabel de Portugal, terminarse por provocar su caída y posterior ejecución. Un año después (1454), moría el propio Juan II dejando el reino en manos de su primogénito.

Juan II de Castilla (1405-1454).

‘El Impotente’. Ese es el sobrenombre de su sucesor. Enrique IV, era hijo de Juan y de su primera esposa, María de Aragón. Ésta era hija, como no, de Fernando ‘el de Antequera’ y por lo tanto su prima. Como se ha dicho antes, Juan II de Castilla tuvo un segundo matrimonio con Isabel de Portugal. De este enlace nacerían los dos hermanastros de Enrique IV. Alfonso e Isabel.

Sobre la sexualidad de Enrique IV se ha dicho de todo. Desde que efectivamente hacía honor a su sobrenombre, hasta que simplemente era homosexual. Fuera por lo uno o lo otro, de su matrimonio con Blanca de Navarra no nació heredero alguno. Blanca, como no, pertenecía a la rama Trastámara aragonesa. Era hija de Juan II de Aragón (el padre del Príncipe de Viana y de Fernando ‘el Católico’) y de Blanca de Navarra.

Enrique IV de Castilla (1425-1474).


Vistos los antecedentes, nadie en Castilla pensaba que, cuando en 1455 volvió a casarse, hubiese la más mínima oportunidad de que dejase descendencia. Y menos que nadie sus hermanastros, Alfonso e Isabel, segundo y tercera en la línea sucesoria. La elegida por Enrique era Juana de Portugal, hija del Rey Eduardo I. Siete años más tarde y para asombro general, se anunciaba que la reina estaba embarazada. En febrero de 1462, nacía Juana, Princesa de Asturias.

Como le había sucedido a su padre, Enrique no era un hombre dotado para el mando, por lo que no tardó en tener su Álvaro de Luna particular. Su nombre era Beltrán de la Cueva. Las luchas intestinas entre la nobleza seguían asolando el reino y de la misma manera que Beltrán tenía sus aliados, también tenía sus enemigos. Estos últimos no tardaron en acusar al Rey de no ser el padre de la criatura. Aseguraban que era Beltrán y no Enrique, quien había fecundado a la Reina. ‘La Beltraneja’, sería el sobrenombre de Juana para el resto de su vida.

Beltrán de la Cueva (1435-1492).

El grupo de nobles rebeldes exigían que Enrique IV no reconociera la legitimidad de Juana y reconociese a su hermanastro como legítimo heredero. Alfonso, como no, acogió con gran fervor la causa de los revoltosos. Y junto a él su hermana. Una Isabel que aún tendría que esperar unos años para ser conocida como ‘la Católica’.

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